domingo, 29 de marzo de 2020

Confinamiento con niños: también en casa podemos hacer grandes cosas

ICIAR CASADO
Psicóloga y directora de Psicología y Logopedia BlaBla

La actual pandemia ha trastocado nuestras vidas de un día para otro. Niños y adultos nos sentimos perdidos, quizás más por la situación de incertidumbre que por el propio confinamiento. Porque si algo es imprescindible para el bienestar del ser humano es la sensación de «certeza», de tener las cosas bajo control, de que todo seguirá un curso previsible. Esta necesidad de rutinas es incluso mayor en el niño, porque la rutina no solo es un mecanismo de aprendizaje fundamental, sino que ejerce un efecto tranquilizador: sabe lo que va a suceder después. En ausencia de rutinas, nuestros hijos carecen de orientación temporal, y sin orientación temporal nada tiene sentido. El niño no ha desarrollado la capacidad de situarse en el tiempo, tal como la entendemos los adultos. Su única referencia temporal es la tarea concreta que realiza en cada momento: «Es la hora de comer», «es la hora de ir al colegio», «es la hora del patio»... estas son las señales horarias de su vida. Por otra parte, necesita sentir que tiene todo –o casi todo– bajo control, máxime en un momento en que percibe el nerviosismo de los adultos de la casa. Es posible que, por su edad, nuestros hijos no tengan una idea clara de lo que ocurre, pero sienten de una forma casi física la tensión que experimentan sus padres –sus referentes por encima de todo–, y eso les afecta en bastante más medida que el confinamiento en sí. Poder anticipar los acontecimientos es la base del bienestar. Y si esto es importante en el niño normotípico, qué decir de los niños con trastornos conductuales, en particular, del espectro autista.

Como profesionales recibimos con frecuencia la llamada de familias desbordadas física y psicológicamente por la dura situación que están viviendo. A la dificultades sanitarias, laborales y emocionales a las que todos nos enfrentamos en mayor o menor medida, se suman los graves problemas que un confinamiento prolongado provoca en niños que necesitan, más que ningún otro, el contacto con el aire libre y el mantenimiento de unas rutinas que tanto esfuerzo les ha costado interiorizar.

Pensando en nuestros hijos, pero sobre todo en aquellos chavales y familias a los que está situación afecta con mayor dureza, quisiéramos proponer a los padres algunas recomendaciones que creemos efectivas para mejorar el bienestar emocional de grandes y pequeños, e introducir un poco de «normalización» en esta situación extraordinaria.

Elaborar un horario semanal
Preferiblemente con la participación de todos, en particular, de los pequeños de la casa. Este horario recogerá las aportaciones que cada miembro de la familia considere oportunas y se colocará en un lugar bien visible del hogar. Tengamos en cuenta que los centros escolares, al igual que nos ha ocurrido a todos los centros, se han visto obligados a tomar decisiones sobre la marcha y a reorganizar las actividades escolares como buenamente han podido. El resultado, en algunos casos, es que las familias han recibido una cantidad ingente de actividades que resultan difíciles de gestionar para los padres, porque requieren de su presencia constante. Somos de la opinión de que aquí, como en todo, debe primar el criterio de racionalidad: es importante realizar actividades escolares todos los días, pero esto no debe convertirse en una fuente adicional de tensión para la familia. En este caso, la constancia, es decir, el dedicar el tiempo diario que hayamos establecidos en nuestro horario, es la base del éxito.

Autonomía
Las múltiples obligaciones de nuestro día a día (y hablo ahora de nuestra vida pre-pandemia) nos obligan a desarrollar una actividad vertiginosa y programada hasta lo imposible: el trabajo, la casa, el cuidado de los niños, las actividades extraescolares... todo se hace de forma acelerada. Los padres nos quejamos con frecuencia de la falta de iniciativa de nuestros hijos cuando se trata de realizar tareas cotidianas. Sin embargo, si en algún momento tratan de hacerlas, cortocircuitamos esa iniciativa porque acabamos antes «haciéndolas nosotros mismos». Como ya hemos dicho, el niño aprende por repetición. Si papá y mamá lo hacen todo siempre, ¿por qué habría de cambiar la cosa? Aprovechemos estos días para que participen en las tareas domésticas. No importa el ritmo: lo importante es que lo hagan y tiempo no nos falta.

Desarrollo de funciones ejecutivas
Esta faceta está muy ligada al desarrollo de la autonomía. Toda actividad relativamente compleja requiere de estrategias de planificación, organización y revisión. El niño debe adquirir estas estrategias porque serán las que le permitirán enfrentarse con éxito a futuros proyectos cada vez más exigentes. Y en este sentido son de gran ayuda todas aquellas actividades que requieran planificación y organización, como la elaboración de recetas de cocina: planificamos los ingredientes, llevamos a cabo los pasos necesarios para preparar la receta, y revisamos constantemente lo que vamos haciendo.

Empatía y pensamiento solidario
A menudo hablamos con nuestros hijos sobre esas cuestiones. Pero una imagen vale más que mil palabras. Los niños aprenden viendo a los mayores y almacenan en memoria lo que observan y experimentan con mucha mayor intensidad y de forma más duradera que las instrucciones verbales. Estos días estamos siendo testigos de grandes iniciativas solidarias, pero también de actuaciones que no lo son tanto. Seamos conscientes de que nuestros hijos son el reflejo de nosotros y de que nuestra forma de actuar hoy, será la forma en cómo ellos actuarán en el futuro.

Desarrollo de la creatividad
La creatividad es lo que permite al ser humano resolver situaciones complejas de forma original y con enfoques innovadores. La creatividad está detrás de todas las grandes obras del hombre en cualquier terreno: social, científico o artístico. En nuestro horario semanal no puede faltar un espacio para la creatividad en cualquiera de sus vertientes.

Estimulación del lenguaje en los más pequeños y del interés por la lectoescritura en los mayores
Con frecuencia, las conversaciones entre padres e hijos son altamente dirigidas, con preguntas cerradas que exigen una respuesta concreta del niño. Tomemos como ejemplo ilustrativo una de las preguntas habituales de cualquier padre cuando recoge a su hijo a la salida de la escuela: «¿Qué has comido hoy en el cole?»–. La conversación se convierte en algo puramente instrumental: yo necesito saber y tú me informas de lo que me interesa. Aprovechemos estos días para mantener conversaciones con nuestros hijos adaptadas a sus intereses, en las que nos puedan contar lo que deseen, sin restricción de ningún tipo. Alentémoslos a que compartan con nosotros sus pensamientos. Hagamos de la conversación un momento de disfrute. El sentido crítico, la capacidad de organizar las ideas, el vocabulario, el aprender a respetar turnos: una buena conversación es la forma más eficaz de reforzar estas destrezas. Estos días también son una excelente ocasión para modificar el enfoque de la lectura. La mayoría de los niños en etapa escolar asocian la lectura con tareas académicas, por lo general, tediosas. Integremos la lectura en el juego y convirtámosla en el medio para acceder al mundo de la imaginación.

Ejercicio físico
Con frecuencia se menosprecia el valor del ejercicio físico y el desarrollo de la motricidad en el niño. Es difícil encontrar un centro educativo donde los niños tengan más de dos horas semanales de gimnasia. Pero los profesionales sabemos de primera mano que el ejercicio fomenta la concentración, mejora la psicomotricidad y la coordinación, genera un estado de ánimo positivo, favorece la autoestima y facilita el sueño de calidad durante las noche. Sabemos que no todas las familias disponen de una vivienda de gran tamaño, con espacio para que los niños pueden desfogarse, pero siempre hay forma de encontrar un lugar en el que hacer ejercicio (mejor aún si es compartido con los padres): bailar, hacer yoga o convertir el pasillo de casa en un minicampo de pruebas. ¡Algunos de los animosos papás que acuden a nuestra logopedia han llegado a transformar el pasillo de casa en un cancha de baloncesto!

Exposición a la luz
Una de las consecuencia indeseables del confinamiento que experimentan muchos niños y adultos son las dificultades para dormir. Ello es debido no solo a la situación anímica generalizada y a la falta de ejercicio sino, en gran medida, al déficit de luz natural. Cada noche, durante los aplausos de reconocimiento a los sanitarios y restantes personas que se desviven por nosotros, nos obligamos a salir al balcón o a la ventana. Hagámoslo varias al día e incorporemos el baño de luz natural como rutina. La exposición a la luz mantiene en forma nuestros ritmos circadianos, refuerza nuestro metabolismo, y repercute positivamente en nuestro estado de ánimo. Esto es particularmente importante en el caso de los  niños: siempre que sea posible, hagamos que realicen sus actividades en una zona en donde estén expuestos a la luz natural.

Televisión o pantallas
La televisión y la pantalla forman parte de nuestras vidas y no tenemos por qué demonizarlas: también ellas son una útil forma de aprendizaje siempre que se consuman con moderación y no se conviertan en la única fuente de estímulo del niño. En nuestro horario también decidiremos qué tiempo dedicamos a esta actividad.

La actual situación es complicada –y mucho–, pero en nuestras manos está el decidir cómo la abordamos: ¿dejamos transcurrir los días sin más, reconcomiéndonos por los nervios y el malestar, o tratamos de sacar el máximo partido del tiempo que pasamos juntos?  Soy de la opinión de que, desde una visión puramente práctica, esto segundo es bastante más eficaz: no solo nos encontraremos mejor anímicamente, sino que nuestros niños podrán salir reforzados de esta experiencia. Y también nosotros como padres y madres. /

Iciar Casado es psicóloga y directora de Psicología y Logopedia BlaBla

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2 comentarios:

  1. Buen artículo, gracias

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  2. Completamente de acuerdo. Tan sólo añadir que ahora mismo en mi opinión la prioridad para los padres debe ser la salud física y mental de los pequeños. Lo demás, y según las circunstancias de cada uno, sólo si se puede.

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