No votan, no protestan, no se organizan. No se asocian, carecen de lobbies, no disponen de líderes. Desconocen el activismo de pancarta. Tampoco reciben millones de subvenciones para visibilizar su problema. Su angustia es invisible.
Se trata de la infancia maltratada, una lacra social de primera magnitud que se mueve por la sociedad de forma transversal y que puede contarse entre los cuatro o cinco temas tabúes de los que no resulta correcto hablar demasiado, como la pedofilia o el suicidio. Un tema que, sin embargo, no por silenciarse va a desaparecer y que precisamente su falta de visibilización hace que se perpetúe y normalice.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) ha puesto el dedo en la llaga estos días y ha denunciado un aumento considerable de casos detectados de maltrato infantil durante el período de confinamiento vivido estos meses. Desde el 23 de marzo la fundación ha atendido 1.787 peticiones de ayuda, de las cuales casi la mitad (49,1%), han sido por violencia. Los casos de maltrato intrafamiliar son los más frecuentes, sobre todo violencia doméstica (maltrato físico y psicológico), seguidos de violencia de género, abuso sexual, abandono e incluso ideas e intentos de suicidio.
Se trata sólo de la punta del iceberg. Ningún bebé o niño menor de siete u ocho años tiene posibilidad alguna de recurrir por sus propios medios a este tipo de servicios o pedir ayuda, y una gran parte de adolescentes o pre adolescentes afectados desconoce o no hace uso de los recursos contra el maltrato infantil de ANAR, una de las pocas entidades sociales dedicadas a afrontar este problema, por lo que las cifras de este drama pueden ser mucho mayores. Baste un dato: entre los años 2009 y 2016 la Fundación recibió un total de 2.405.524 llamadas en su teléfono de orientación.
Maltratadores... y maltratadoras
Desde que se decretó el confinamiento, Fundación ANAR se ha volcado en la atención a niños y adolescentes que se encuentran en situaciones de riesgo, en muchas ocasiones encerrados con su propio maltratador... o maltratadora. Y es que la violencia contra los menores dentro de los domicilios no conoce de géneros: las última cifras que maneja la Fundación hablan de que el perfil de la víctima es en un 43% de sexo masculino y que el 25% de los abusos sexuales se cometen contra niños varones.
El perfil del agresor o agresora tampoco deja lugar a dudas: en un 34,4% de los casos es el padre el que comete el maltrato, mientras que la maltratadora es la madre en el 24,2% de los casos. Sin establecer distinción de sexos, son las parejas de los padres y las madres los responsables del 7,8% de los casos reportados a ANAR. No existen datos desagregados para cuantificar el maltrato infantil en familias monoparentales o padres y madres incursos en procesos de separación.
Si hablamos de filicidios (asesinato de un menor a manos de padre o madre) los datos son peores. De los 22 filicidios computados en España en 2019, 12 asesinatos fueron a manos de la madre, cinco a manos del padre, un menor a manos de ambos progenitores y otro menor a manos de su madre y su pareja. De los otros 12 casos de bebés arrojados a contenedores en el mismo período no existen datos fehacientes sobre la identidad de sus autores.
Para que estas situaciones dejen de permanecer ocultas y poder llegar a todos los menores de edad que necesitan ayuda, Fundación ANAR ha lanzado recientemente una campaña de sensibilización social y recaudación de fondos para frenar la curva del maltrato infantil denominada “No son aplausos”.
Desde ANAR explican la iniciativa: “El lema de la campaña, ‘el confinamiento ha escondido cosas que nadie esperaría’, es una llamada de atención para hacernos mirar más allá de lo aparente. A partir de la escena cotidiana de los aplausos sanitarios, alertamos de una realidad que permanece invisible. La idea ‘esto que estás escuchando no es un aplauso’ alude al sonido de la violencia que han recibido en sus hogares miles de niños/as y adolescentes durante la pandemia y que, además, no ha parado de crecer según estamos detectando en nuestras Líneas de Ayuda”.
Con este mensaje ANAR quiere llegar también a todos los menores de edad que pueden ahora mismo estar sufriendo situaciones de peligro y pone a disposición su chat seguro y silencioso y la línea de teléfono 900 20 20 10, ambos abiertos las 24 horas todos los días del año.
Maltrato infantil y teleeducación
Otra de las consecuencias del confinamiento que no han ayudado a mantener a raya el maltrato infantil durante estos meses se encuentra en la obligación que han tenido muchos padres de sustituir a los profesores y convertirse en los asistentes educativos de sus hijos en casa, generalmente mediante aplicaciones telemáticas y bloques de deberes diarios que han sido los padres quienes han tenido que gestionar.
Una de las primeras en levantar la voz para alertar de esta situación ha sido Angeyeimar Gil, docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela e investigadora en Cecodap y en la Redhnna. Para ella, la escuela es un espacio de refugio y protección para los niños que son víctimas de violencia intrafamiliar, por lo que durante estos meses de confinamiento se ha desvanecido ese espacio seguro y no se han generado espacios alternativos de protección. Más bien, al responsabilizar a la familia de manera más directa del proceso educativo, y en muchos casos no rebajar las rutinas de aprendizaje, se han intensificado las situaciones de estrés que pueden haber aumentado los casos de maltrato infantil.
En este sentido, si bien con el confinamiento han descendido drásticamente los casos de acoso escolar presencial, no ha sido así respecto a los casos de cyberbulling, toda vez que se ha intensificado el uso de redes sociales entre menores durante estos meses y en muchos casos se han incorporado dicentes de escasa edad a una especie de autonomía digital que antes no tenían, lo cual ha abierto una via nueva a la violencia verbal y el acoso a través de las redes./
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