Alicia G.
Hala, ya está el puto niño llorando. Mi marido susurra junto a mi oreja y me aconseja que me ponga de lado en la cama y tire de tapones para los oídos, pero es que mi marido es muy de afrontar los problemas así, de lado y tapándose. Menudo crack. Por lo menos sus ronquidos tapan un poco el estruendo.
Desde que parió la vecina del otro lado de la pared esto es un sinvivir, en casa no hay quien pegue ojo. Al niño llorón no le pasa nada, lo único que le pasa es que sus padres han decidido que para no comerse el marrón nocturno y estar como unas rosas por la mañana se le aplica al bebé un método Estivill de libro y santas pascuas. O sea, aislarle en una habitación durante seis u ocho horas y que llore lo que quiera hasta que se acostumbre.
El otro día me encontré a la madre en el ascensor y le dije amablemente que ojalá la abandonaran a ella a las tres de la mañana en un gueto de Johannesburgo así, con su escote con vistas a la nada, su maquillaje destartalado, sus arreglos florales cuchipandi y sus tacones feministas, para que se fuera acostumbrando al miedo, a la incertidumbre y al abandono. También le dije de forma educada que lo único bueno de que sus vecinos no pegáramos ojo en toda la noche por sus gilipolleces egoístas de mente obtusa e inmadura es que ese bebé estaba asimilando el desapego que le llevaría con el tiempo a abandonar a sus padres en una residencia de ancianos y si te he visto no me acuerdo. Fascista, me llamó.
Mis hijos duermen al otro lado de la casa, así que afortunadamente apenas se enteran de cómo torturan al bebé. A ellos nunca les hemos aplicado ese demencial método antinatural, duermen perfectamente y no nos han salido más ranas de lo asumible. Pues claro que esas noches de antaño con sus gases, sus cagarrutas, sus insomnios y sus estreses fueron un infierno, pero es que viene en el pack. Si no te crees capaz de aguantarlo, elige perro.
Sólo le deseo al tipo ese, el tal Estivill, que todas estas familias que siguen sus métodos diabólicos de crianza porque qué bien les viene y cuánto sabe, se vayan de vecinos a su masía catalana y agasajen sus noches con los berridos atormentados de sus infantes.
Lo mismo sabiéndolo dormimos mejor en casa.
©AliciaG