El gusano de Fitur

LA COLUMNA DE ALICIA
Alicia G.

No sé que pinto yo en Fritur, esta mezcolanza aceitosa de países y organismos vendiendo humo de colores, pero ya que estoy aquí me llevo todo. Folletos de los glaciares de Islandia, un pin de Malta del tamaño de una mariquita, un boleto de lotería en arameo, el pasquín de un crucero de Disney por Alaska y la reproducción de la cabeza de un conquistador español del siglo XVII reducida por los jíbaros, que está de moda. Y ya de paso, aunque últimamente me he cambiado del aceite de oliva virgen extra al de girasol a granel, un catálogo de cruceros a Isla Mauricio a ocho mil pavos for person.

Con la bolsa llena (hasta la bolsa es un obsequio del stand de Japón, donde pululan unas geishas super simpáticas) enfilo hacia las puertas para pirarme y me encuentro con el gusano. 

El gusano son cientos de personas en procesión que siguen la estela a ver qué les cae de lo suyo de un gerifalte de postín que va en cabeza y al que no veo bien, pero debe ser de los top one. Para ser tantos no se empujan, como en las rebajas, debe ser que cada cual sabe qué posición ha de ocupar en el gusano y lo acepta bien, al menos de puertas afuera. 

Qué impolutos y sonrientes van los jodíos y las jodías, éstos no han venido hasta el Campo de las Naciones en metro como yo, ni se han tragado el atasco de la M-11, que para eso tenemos las fuerzas del orden abriendo paso a los coches oficiales aunque dentro viaje la peluquera de la subsecretaria de asuntos marcianos.

Como me he parado a mirar, el gusano avanza a mi lado y me llegan sus efluvios corporales mezclados y sazonados. Hay de todo, desde Prada Infusion D'iris Cèdre (mi favorito) hasta Chloé Naturelle o Eau de Rochas. En los hombres, menos dados al maniqueísmo en esto de los perfumes, detecto notas de Dior Sauvage y de Versace Eros, pero lo que más abunda son taninos de Varon Dandy, esa cutre colonia que tanto daño ha hecho a la igualdad en este país.

Uno por uno, salvando lo de Varon Dandy, los perfumes son agradables a cualquier paladar olfativo que se precie. Mezclados, me recuerda el olor de la corte de cerdos que mis abuelos tenían en el corral y que daba de comer a toda la familia durante meses. Aquel olor, mal que me pese, me resulta entrañable cuarenta años después, pero éste es infumable.

Medio asfixiada y antes de salir de esta elegante pocilga, cojo al vuelo un calendario de la Agenda 2030 que me ofrece voluntariosa una azafata de Zimbabue. Va a ser gracioso cuando se la regale a mi hijo el negacionista, aunque se lo daré lejos del sofá, que lo limpié el viernes y éste es capaz de descomponerse encima.

©AliciaG

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