Alicia G.
Nada, que me ha bloqueado. Mira que es un triste chat de barrio pero me jode, lo usaba para enterarme de si hay charcuteros baratos cerca, quién pone los mejores toldos de ventana o a qué hora pasa el Bibliobús. Y ahora qué hago.
Y todo porque se me ha ocurrido comentar que el otro día me robaron el bolso de un tirón en Bravo Murillo y el que me mandó al suelo era más negro que un tizón. Coño, que si hubiera sido más blanco que la espuma también lo hubiera puesto, es un dato para pillarle. Pero tuve la mala suerte de que era negro como un tizón y eso debe ser que, según algunos, no puedo ponerlo.
Así que el administrador del chat o lo que sea me ha bloqueado sin darme tiempo siquiera a relajar el ambiente con lo de mis años de voluntariado en Gambia o mi romance adolescente con Nwankwo. Antes me ha soltado una perorata de que si soy racista y eso, y luego le ha dado sin despeinarse al botón de hasta luego Lucas. Y aquí estoy, con cara de Bic punta fina.
Mi hijo mayor, el negacionista, me dice que para qué me meto en esos chat de barrio que montan algunos como subterfugio para que les laman su soberbia intelectual, que casi nunca se corresponde con sus conocimientos. Le digo que se explique y me contesta que parece mentira que tenga tan poco mundo. Hala, otro que me alecciona. Lo que hay que aguantar.
Pues nada, la denuncia en Comisaría está puesta, y he dejado clarinete los rasgos de quien me ha robado. El bolso del Bershka y los doscientos pavos que llevaba dentro ya no los veo ni en pintura, pero espero al menos que el administrador del chat de barrio no sea policía y me acaben deteniendo a mí. /
©AliciaG