Alicia G.
Ya parece que no tanto, pero hasta hace unas semanas era insoportable. Tanto, que he dejado de frecuentar ese hipermercado, a menos que tengan alguna de esas ofertas "irresistibles" que cada vez abundan menos, como las patatas sin cepillar a euro y medio el kilo o el aceite de oliva virgen extra a siete. Entro, me tapo las orejas, compro y me voy.
A los de Aldi les ha dado por poner en su hilo musical a todas horas una de mis canciones favoritas, de esas de los felices ochenta que forman parte de la banda sonora de muchas vidas, entre ellas la mía. Hasta ahora la cancioncilla me traía recuerdos de mi juventud, cuando me besuqueaba en la plaza del pueblo con el novio de turno, en esas noches de verano inolvidables a espaldas del mundo. Ahora éstos del Aldi han conseguido que me traiga recuerdos de estanterías de embutidos y del pasillo ese que hace un frío que pela, en el que a un lado quedan los ultracongelados y al otro los artículos de limpieza de baño, entre ellos el de tres pastillas de desinfectante para los WC, que no está tan mal de precio y duran bastante.
Please Dont't Go, decía KC and the Sunshine Band en 1979, y nosotros adolescentes entendíamos el sentido de la frase aunque no supiéramos inglés, nos ponía melancólicos y nos subyugaba hasta el deleite. Ahora Aldi lo que te insinúa con la delicadeza de un martillo pilón es que no te vayas y sigas comprando. No es ilegal, pero da un poquito de asco.
Si a reducir mis recuerdos más preciados a una herramienta de marketing para inducir al consumo le unes esa voz en off melosa, falsa y maternalista que te anuncia las ofertas y te trata como si fueras tontaina, tenemos un completo y Aldi se la está jugando conmigo.
¿Que no me vaya? Espérate que no vuelva.
©AliciaG
